Tú: la columna vertebral de mi frenético baile con la vida.
Eres el epicentro de todo lo deambulante, todo lo que se tambalea. Sólo tú eres capaz de jugarte el pellejo saltando de piedra a piedra, siempre tan elegante.
Siempre
tan
tú.
No tengo el antídoto contra tu órbita gravitacional. Supongo que siempre giramos en torno a algo y, ni hay que decir que, de todos los bailes lunares, el que tú provocas es el que más alimenta a la ilusión. ¡Qué utopía más bien proyectada delante de mis narices!
Sí, esa eres tú, me muerdes la nariz y, de repente, sin permiso, vuelves a estar a kilómetros. Y no hay línea recta que me lleve a tí. Como toda entidad independiente, tienes nombre propio y reglas no menos idiosincrásicas.
Pero no dejo de seguirte, fiel a las leyes físicas, ineludibles como tú.
Como nuestro idiopático amor.
Es muss sein!
domingo, 23 de febrero de 2014
domingo, 5 de enero de 2014
Desliz gramatical
Nos derrumbamos en un intento sólido de edificar nuestros sueños. Nunca pensamos que nos pudiéramos estar edificando como personas. Los cimientos parecían ya tan estables...
Odisea. Odisea entre el espacio que separaba el yo, del nuestro y del suyo. Odisea gramatical que no deja indiferente a nadie cuya conciencia esté preparada para entenderlo.
Nos carcomimos al querer llegar al máximo, a la cumbre que, no por ser -esta vez- anticiclónica, nos iba a dejar huir sin empaparnos. Supongo que eso fue. No fue un derrumbamiento. Fue unresbalón desliz de dimensiones épicas. Un sesgo de nuestros firmes pies que nunca se habían dado el lujo de permitirse un desliz.
Al final, el suelo, empapado, no trata mal a nadie. Es un buen huésped hasta que hay un cobijo mejor al que aspirar. Ahora sí, hay que edificarlo tras edificarse a una misma y, antes de construir ningún tipo de sueño, pues no hay átomo en el aire que sostenga tal ostento.
Odisea. Odisea entre el espacio que separaba el yo, del nuestro y del suyo. Odisea gramatical que no deja indiferente a nadie cuya conciencia esté preparada para entenderlo.
Nos carcomimos al querer llegar al máximo, a la cumbre que, no por ser -esta vez- anticiclónica, nos iba a dejar huir sin empaparnos. Supongo que eso fue. No fue un derrumbamiento. Fue un
Al final, el suelo, empapado, no trata mal a nadie. Es un buen huésped hasta que hay un cobijo mejor al que aspirar. Ahora sí, hay que edificarlo tras edificarse a una misma y, antes de construir ningún tipo de sueño, pues no hay átomo en el aire que sostenga tal ostento.
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